
Los noventas: la década del boom de la tecnología, el discman y el inexplicable amor por las boybands. En esa década nacimos nosotras.
Somos las hijas de una generación de padres que, a pesar de su exigencia, buscaron garantizar una enseñanza y un esquema educativo con tintes de modernidad. Sin embargo, durante este proceso de enseñanza ha prevalecido la creencia de que existen cosas que deben hacerse y otras más que deben evitarse.
Virtudes y pecados. Sobra decir, que esas reglas sólo aplican a mujeres.
De entre todos los pecados, hay dos pecados capitales predominantes: hablar de dinero y del crecimiento profesional.
En las últimas décadas, las mujeres se han incorporado al mercado laboral de manera gradual, y esto ha representado un parteaguas sobre todo relativo a su autonomía económica. No obstante, esta incorporación se ha llevado a cabo en condiciones de desventaja. Esto nos lleva al primer pecado capital: hablar del dinero.
A lo largo de la historia, se ha perpetuado la idea de que el dinero es un asunto que debe ser manejado por hombres, mientras que las mujeres han sido excluidas de la toma de decisiones financieras. Esto, además de generar una profunda desigualdad entre géneros, ha creado una ignorancia colectiva en temas financieros para las mujeres de hoy en día.
De acuerdo con un estudio realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en el que se midió la magnitud de la brecha de ingresos de mujeres y hombres en diferentes sectores en México, en el 2022 la brecha de ingresos es de 14%, es decir, por cada 100 pesos que recibe un hombre en promedio por su trabajo al mes, una mujer recibe 86 pesos. En otras palabras, en México, las mujeres tienen que trabajar 51 días extras para tener el mismo sueldo que los hombres.
Las estadísticas las hemos visto mil veces: las mujeres no ganan tanto como los hombres en el mismo puesto y su trabajo muchas veces puede llegar a ser infravalorado; o que pocas mujeres son las que llegan a tener altos puestos directivos. Asimismo, de acuerdo con un estudio del American Association of University Women (AAUW), 15 de los 20 puestos mejor pagados, son dominados por hombres; mientras que 14 de 20 puestos peor pagados, son dominados por mujeres.
Además del obvio argumento de género que no descartamos, una encuesta realizada por Glassdoor sugiere que parte del problema puede radicar en que más de la mitad de las mujeres (el 68%) no saben cuánto deberían estar ganando en comparación con sus colegas masculinos.
Hablar de dinero puede ayudarnos a saber de una forma muy sencilla si nos están pagando de manera justa por nuestro trabajo y así ponerle un número competitivo al trabajo que ya tiene valor en sí mismo. Incluso hablar de dinero aumenta nuestra seguridad para pedir un ascenso, o un aumento de sueldo.
Una vez que sabemos cuál es el estándar general en términos de dinero, podemos tener un parámetro base sobre el cual podemos analizar lo que podemos traer a la mesa y a partir de ahí aspirar y trabajar hacia un ascenso tanto en términos de dinero como de posición.
Pero aun cuando se rompe la creencia detrás del primer pecado capital, el segundo ya está esperándonos: el desarrollo profesional.
¿Cuántas veces hemos sentido que necesitamos pedir un aumento de sueldo, pero no sabemos por dónde empezar? ¿Cuántas veces hemos estado frente a una evaluación de desempeño y no sabemos cómo posicionarnos mejor? ¿Cuántas veces hemos entrado a una negociación laboral o a una conversación sobre el aumento de sueldos sintiéndonos ansiosas, con miedo, nerviosas, abrumadas, preocupadas de que nos van a odiar por pedir un aumento, o que nos van a despedir? La lista de sentimientos es infinita, cuando no debería.
Las tendencias se prolongan hasta el infinito si no existe otra fuerza que las detenga. Tal vez la fuerza que detenga la tendencia de la desinformación en términos de negociación es empezar a sentirnos cómodas al hablar del dinero y discutir abiertamente sobre oportunidades laborales y crecimiento, pero sobre todo del verdadero valor de nuestro trabajo.
El tabú alrededor del dinero y del desarrollo profesional no son males sufridos únicamente por las mujeres empleadas por una empresa o institución, sino que también impactan a socias, empresarias y emprendedoras. Si bien desde otra posición, ellas también están descifrando qué número ponerle a su esfuerzo, y emprenden la batalla diaria y la responsabilidad autoimpuesta de marcar el camino para otras mujeres.
Y a pesar, de que un gran número de instituciones, empresas, y despachos emplean herramientas como tabuladores de sueldo o procesos de evaluación de desempeño y planes de desarrollo – los cuales que son de gran ayuda –, es necesario que más compañías se unan a la implementación de estos, pero también a que nosotras los usemos en nuestro beneficio.
Aspiremos a que en esta generación de nuevas jugadoras noventeras en el juego (y en el mundo) de hombres aprendan a normalizar ser las responsables de sus ingresos y sus finanzas. Que sea una generación de mujeres negociadoras, que conozcan el valor económico de su trabajo. Una generación que no sienta vergüenza al momento de pedir un ascenso o un aumento, sino que desborden de seguridad. Que sea una generación que busque la transparencia e igualdad en temas laborales.
Que las nuevas profesionistas sepan que el verdadero pecado es callar sobre un tema que nos involucra, nos afecta y nos interesa en todo sentido.
Así que, a todas nuestras compañeras noventeras: confesémonos y atrevámonos a pedir, desde ahora y a lo largo del camino, lo que vale nuestro trabajo y camino abierto para llevar nuestro desarrollo profesional al límite.
Referencias:
https://ibero.mx/prensa/de-donde-viene-la-brecha-salarial-entre-mujeres-y-hombres
https://www.aauw.org/resources/article/fast-facts-pay-gap/
https://www.glassdoor.com/research/app/uploads/sites/2/2016/03/Glassdoor-Gender-Pay-Gap-Study-3.pdf

Sobre las autoras:
Mariana Alcalá
Abogada potosina egresada del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Asociada en Santamarina y Steta, S.C., con 5 años de experiencia en derecho inmobiliario, agrario y competencia económica.

Sofía Ramírez
Abogada egresada de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Asociada en Santamarina y Steta, S.C., con más de 4 años de experiencia profesional, se especializa en Competencia Económica.