Escribo esto desde mi escritorio en el 8M, con ganas de salir a marchar por las calles de las manos con mis amigas y compañeras de trabajo. Sin embargo, por razones ajenas a mí, este año no lo logre. Esto me ha dado un tiempo para reflexionar en cómo mi trabajo y el feminismo se contraponen y cómo este movimiento que hoy va por las calles ha tocado todas las áreas de mi vida: mis amistades, mis relaciones, mi vida laboral incluyendo el área tan especializada a la que yo me dedico, la competencia económica.
Por lo tanto, en este artículo me gustaría compartir algunas reflexiones que he tenido sobre el feminismo y como éste, en mi opinión, se conjuga con la competencia económica.
Propiedad privada
La relación entre la propiedad privada y la competencia económica es compleja y multifacética. Desde una perspectiva de competencia económica, la propiedad privada se considera el motor fundamental que mueve a los mercados, y su potencial de innovación. Es la propiedad privada la que permite a las personas y empresas buscar sus propios intereses y competir en un entorno donde la eficiencia y la calidad son recompensadas. Esto genera, desde la perspectiva de la competencia económica, una mayor diversidad de productos y servicios, así como precios más bajos para los consumidores.
Sin embargo, en el contexto del patriarcado, la propiedad privada es un vehículo que ha perpetuado las desigualdades de género. Históricamente, las estructuras patriarcales han otorgado a los hombres control sobre los recursos y la propiedad. La propiedad privada puede consolidar este poder al permitir que los hombres acumulen riqueza y controlen los recursos económicos, perpetuando así las disparidades de género en el acceso a la propiedad y el poder económico. Además, la competencia económica en un contexto patriarcal puede favorecer a aquellos que ya están en posiciones de poder y privilegio, excluyendo a las mujeres y otros grupos marginados de igualdad de oportunidades y recursos para competir en igualdad de condiciones. Por ende, si bien la propiedad privada puede impulsar la competencia económica, en un contexto patriarcal como en el que vivimos puede contribuir a mantener y perpetuar las desigualdades de género.
Participación de mujeres en prácticas anticompetitivas
La predominancia masculina en la comisión de prácticas anticompetitivas, tales como las prácticas monopólicas absolutas y relativas, y la escasa presencia de mujeres en posiciones de poder, a menudo se entrelazan. Las prácticas monopólicas anticompetitivas antes señaladas suelen ser facilitadas por puestos directivos de las empresas, los cuales históricamente han estado dominados por hombres. Lo anterior puede implicar dos cuestiones.
En primer lugar, debido a que las mujeres no suelen estar en posiciones de poder dentro de empresas, éstas no participan en la toma de decisiones de éstas, incluyendo la comisión de prácticas anticompetitivas.
En segundo lugar, la falta de representación femenina en posiciones de liderazgo puede llevar a una cultura corporativa que tolera o incluso promueve comportamientos anticompetitivos llevado a cabo por hombres. El “techo de cristal”, una metáfora que describe las barreras invisibles que impiden a las mujeres ascender a roles ejecutivos, puede perpetuar esta dinámica. La falta de diversidad de género en los órganos de gobierno y regulación puede afectar la capacidad de detectar y abordar las prácticas anticompetitivas. La ausencia de mujeres en los niveles superiores de una organización genera que se pierdan perspectivas y voces importantes que podrían abogar por la competencia justa y transparente.
Por ende, la desigualdad de género en las estructuras empresariales facilita contextos en los que las prácticas anticompetitivas encuentran un campo fértil. En contextos donde la toma de decisiones tiende al consenso de los roles de poder, se presentan condiciones que favorecen a las prácticas anticompetitivas.
Mujeres y programas de inmunidad
La relación entre las mujeres y los programas de inmunidad en materia de competencia económica revela una tendencia notable hacia una mayor participación femenina en comparación con sus contrapartes masculinas. En materia de competencia económica, los programas de inmunidad ofrecen reducciones significativas de sanciones económicas y eliminación de la sanción penal a aquellas personas que admitan su participación en prácticas monopólicas absolutas. Por regla general, las mujeres muestran una mayor disposición a informar sobre violaciones a la ley, siendo ellas las “whistleblowers”.
Esta tendencia puede atribuirse a varios factores. Entre ellos, las mujeres pueden ser más sensibles a las injusticias y tener una mayor inclinación hacia la ética y la integridad en el ámbito laboral. Esto puede llevarlas a estar más dispuestas a denunciar actividades ilegales o antiéticas que socavan la competencia justa en el mercado. De acuerdo con la ONU, las mujeres son menos propensas a participar en actividades de riesgo, ya que comúnmente son las mujeres a quienes se asignan los roles de cuidado en la sociedad.
Por último y como se señaló anteriormente, las mujeres suelen estar excluidas del mundo de los negocios (ya sea porque no guardan posiciones de poder o por no ser invitadas a participar en actividades donde se toman las decisiones de negocios), lo cual les permite sustraerse de situaciones en las que se perpetúan los comportamientos anticompetitivos.
Como última reflexión, pienso que el feminismo llega a todas las áreas de nuestras vidas a llenarnos de cuestionamientos, incluso sobre los temas que menos esperamos, como la competencia económica. Llega a romper nuestros paradigmas. Nos permite encontrar nuevos caminos donde construyamos, desde la equidad y la diversidad, mejores organizaciones, más resilientes, más eficientes y justas.
Referencias:
Acerca de la autora:
Deborah Luengo es Asociada en materia de competencia económica en Von Wobeser y Sierra, S.C. Es Licenciada en Derecho por la Universidad Panamericana y tiene Posgrado en materia de derecho de amparo por la misma universidad.
*Este artículo es publicado bajo la responsabilidad exclusiva de su autora y no necesariamente refleja la posición de Abogadas MX.