
Pensamos que la medida de nuestra eficiencia está directamente relacionada con la cantidad de cosas que realizamos y pendientes que atendemos. Entre más cosas podamos coordinar y cumplir creemos que estamos siento más eficientes. Esta creencia nos lleva a borrar el límite entre aquello que podemos hacer bien y aquello con lo que simplemente podemos cumplir. Por lo que empezamos a asumir tareas, deberes e incluso distracciones que únicamente nos ocupan más pero no elevan nuestra eficiencia.
El día consiste en una mezcla de tráfico para llegar a la oficina, el cual “ocupamos” escuchando un podcast o un audiolibro, que interrumpimos en cada semáforo para contestar un correo y poder adelantar el trabajo. Todo esto seguido de llegar corriendo a la oficina, continuar contestando correos, atender llamadas, escuchar el problema que tiene el de la oficina del otro lado, intentar enfocarnos en nuestro trabajo cuando llega el momento de tomar una videoconferencia y al terminar, volvemos al mismo ajetreo, todo para lograr salir corriendo del trabajo, intentar convivir con nuestras familias e ir a dormir a una hora razonable que nos permita levantarnos temprano el día siguiente a hacer un poco de ejercicio y repetir la rutina desde el principio.
La falta de tiempo para detenernos a analizar el momento, no nos permite efectivamente vivir cada uno de los mismos, los recordaremos únicamente como un día lleno de ajetreos, estrés, deberes por realizar y pendientes por cumplir. Vivimos en un constante estado de distracción que no nos permite hacernos conscientes del momento presente. Cuando empezamos a elaborar un proyecto que requiere el 100% de nuestra atención, nos vemos interrumpidos por una llamada o por un correo urgente que hay que contestar y detenemos el trabajo que nuestro cerebro estaba construyendo para llegar a nuestro punto de máxima concentración y lograr ser eficientes en la tarea que estábamos realizando.
El tener constantes interrupciones, no nos permite lograr este estado óptimo de concentración y por lo tanto no nos deja realizar nuestro trabajo con la mayor dedicación. Esto deriva en que sintamos que el trabajo que realizamos no tenga la relevancia o la profundidad que en verdad tiene, sino que lo percibamos como superficial ya que no llegamos al verdadero fondo del mismo. El estar cambiando de actividad en actividad, creyendo que adelantaremos más cosas si aplicamos el famoso “multitasking”, hace que acabemos exhaustos al final del día, sin haber verdaderamente “estado” en cada uno de los momentos de nuestro día, y más bien habiendo “pasado” por muchas circunstancias a lo largo del mismo.
El hacernos conscientes de lo que estamos haciendo en cada momento permitirá que logremos efectivamente “vivir” cada circunstancia de nuestro día y sacar el mayor provecho a todas y cada una de nuestras cualidades para ser lo mas eficientes en las tareas que realizamos, ya sea en la vida profesional o en la vida personal. Muchas veces no nos permitimos verdaderamente escuchar a nuestros familiares o amigos por estar contestando un correo, viendo la televisión o simplemente pensando en cualquier otra cosa.
Si bien es cierto que las distracciones son parte de nuestro día a día y que suelen ser más gratificantes en el corto plazo que el esfuerzo y la fuerza de voluntad que se requiere para evitar las mismas y lograr esta conciencia del momento que se está viviendo, también es cierto que el enfocarnos en los resultados a largo plazo es lo que debe motivarnos en el momento que cederemos ante una distracción. El crear ciertas rutinas puede contribuir a estos estados de concentración, como por ejemplo, establecer un horario para contestar los correos, un momento específico para llamadas, tiempos para convivir con la familia y con amigos e intentar cumplirlos en la medida de lo posible.
Considero que la distracción qué más tentación nos causa y tenemos a la mano son las redes sociales. El descanso que las mismas nos dan después de un momento de profunda concentración puede ser muy relajante y gratificante, mas debemos encontrar el tiempo correcto en que dicha distracción sea sana y no resulte contraproducente en nuestra eficiencia.
El enfocarme en cada una de las actividades que realizo, me llevó a ser mas eficiente en las mismas, no sólo porque noté una mayor concentración al realizarlas, sino también porque mi tiempo rindió más al lograr una mejor organización. El llegar a la profundidad de cada uno de los momentos de mi día le ha dado sentido a los mismos, lo cual ha derivado en una mayor satisfacción personal al concluirlos y mayor motivación para empezarlos. Este confinamiento nos obligó a todos a realizar una pausa en nuestra vida y revalorar el estilo que llevamos. Considero que para efectivamente estar conscientes de cada actividad que realizamos debemos enfocar todos nuestros esfuerzos en lo que estamos haciendo, incluso en el descanso. Sólo en la medida en que nos comprometamos a cada una de nuestras actividades, podremos lograr la concentración adecuada para explotar todo nuestro potencial. Los invito a reflexionar conmigo si el estar ocupado en muchas cosas a la vez nos ha hecho más eficientes o mas bien nos ha alejado de vivir y hacer con profundidad las tareas y/o interacciones que experimentamos, derivando en una menor eficiencia y superficialidad en nuestras actividades.

Paulina Saldaña Fuentes
- Egresada de la Licenciatura en Derecho en la Universidad Panamericana
- Maestría en Derecho Económico en la Universidad Panamericana
- Asociada en SMPS Legal, S.C.
- Cuenta con más de 7 años de experiencia en derecho corporativo e inmobiliario.