
Despierto, abro los ojos y me sorprende la cantidad de luz que hay. Volteó a un lado y me doy cuenta que mi alarma está sonando, al parecer me quedé dormida con la computadora a mi lado y no terminé lo que estaba haciendo. Me duele el cuello y comienzo a sentir un dolor de cabeza. Pienso que posiblemente no dormí en la posición correcta pero no le doy demasiada importancia y me levantó para empezar el día.
Me doy cuenta que me desperté una hora tarde, tengo que alistarme y salir corriendo a la oficina o no llegaré a mi primera llamada. Recuerdo que tengo que verme presentable, formal, femenina, delgada y estar depilada, al mismo tiempo pienso en que no cené y probablemente no desayunaré porque ya es tarde.
Llego a la oficina tan apurada que no saludo a las personas en el pasillo y me encierro para trabajar. Mi lista de pendientes parece interminable. Necesito ayuda pero volteo alrededor y siento que todo el mundo está más ocupado que yo. Una compañera entra a mi oficina y me pide que la ayude en un asunto nuevo. No sé decir que no y lo agregó a mi lista de entregables para hoy. Todo urge, siempre.
Pasan las horas y estoy segura que no voy a acabar, por lo que prefiero llevarme el trabajo a casa. Mientras decido si trabajar en el comedor o en la cama, siento la cabeza palpitar así que me auto-medico e intento relajarme. Estoy a punto de irme a dormir y caigo en cuenta que tuve un día poco productivo y sigo retrasando mis entregas. Me siento culpable y empiezo a numerar las cosas que pude haber hecho mejor. No entiendo por qué no puedo avanzar ni concentrarme. Pensamientos que me señalan como una persona irresponsable, incompetente, tonta y débil me inundan. De pronto volteo a la ventana y parece que ya va a amanecer.
Hoy en día, una gran parte de la población en México vive de esta manera y considera que síntomas como dolores de cabeza, dolores musculares, insomnio, cambios drásticos en peso y apetito, ansiedad, frustración, aislamiento, dificultad de concentración, incremento de conflictos personales, y abuso de substancias como café, tabaco, alcohol y fármacos, entre otros, son características de una persona que está comprometida con su trabajo, cuando en realidad son síntomas de enfermedades mentales como la depresión y el síndrome de burnout.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Hoy en día los componentes de bienestar mental y social se han visto amenazados por la necesidad de hacer frente al estrés de la vida diaria.
Una prueba de la precariedad de la salud mental y social es la alta propensión que tienen las profesionistas que se centran en la prestación de servicios y atención al público (personas que trabajan en sectores de salud, educación, y abogacía, entre otros) de sufrir enfermedades mentales como lo es la depresión o el burnout, también conocido como el síndrome de agotamiento emocional o profesional. Ambas enfermedades son reconocidas por la OMS y surgen constantemente como una respuesta al estrés laboral crónico, englobando sentimientos y actitudes con implicaciones nocivas para la persona y para la organización en la que se desempeña.
El síndrome de burnout y la depresión son enfermedades mentales que más que un estado son un proceso. Esto quiere decir que si no son atendidas y tratadas continuarán empeorando la salud de quien las padece y podrían llegar a ser fatales. Por lo anterior, es de vital importancia que como profesionales reconozcamos la importancia de identificar y tratar estas enfermedades a tiempo.
Dentro del lugar de trabajo, las compañeras o superiores son el mejor sistema de alarma para detectar que una de las suyas presenta alguno de los síntomas de estas enfermedades, y será responsabilidad de la organización el informar y difundir información respecto a dónde puede acudir a solicitar ayuda, o a recibir apoyo de una profesional de la salud capacitada para este tipo de padecimientos. De esa forma, las personas que padecen de síndrome de burnout o depresión pueden llevar a cabo actividades que rompan con su aislamiento, y contribuir al mejoramiento de los procesos de socialización de la organización. Promover políticas de trabajo cooperativo e integrar equipos multidisciplinarios son ejemplos de remedios que fortalecen la cultura de trabajo de la organización.
A la par, es responsabilidad de cada una de nosotras acudir ante profesionales de la salud para hacer un diagnóstico preciso y, en su caso, comenzar el tratamiento adecuado para hacer frente a la enfermedad y lograr ser funcionales en nuestro espacio laboral.
Ahora, tomando en cuenta que las cargas poco sanas de trabajo son un detonante de las enfermedades mentales como el síndrome de Burnout y la depresión, ¿debemos dejar de trabajar? No. Aunque dichas enfermedades están relacionadas a factores en el lugar de trabajo, la solución no es que la persona se aleje del trabajo, sino que adopte prácticas que lo transformen en un espacio sano, y que la organización se adapte a las necesidades de salud mental de la actualidad.
Dentro del lugar de trabajo se nos tiende a criticar que “no sabemos manejar el estrés”, cuando debería tomarse en cuenta que al existir responsabilidades laborales que incluyen horarios largos, cargas de trabajo pesadas y trabajo en equipo constante, requerimos de herramientas profesionales y emocionales para afrontar estos retos. Esas herramientas no se desarrollan por sí solas; requieren de acompañamiento de profesionales de la salud, y, sobre todo, se requiere de un ambiente sano que impulse el aprendizaje y uso de estas herramientas.
En el lugar de trabajo constantemente se hace énfasis en la importancia de aprender habilidades profesionales para mejorar la calidad del trabajo, así como la productividad y la eficiencia de la organización en la que una persona trabaja. Sin embargo, pocas veces se resalta la importancia de adquirir las herramientas necesarias para afrontar las responsabilidades laborales, sin que ello resulte en un detrimento a nuestra salud mental y social. ¿Acaso tener empleadas sanas no mejora la calidad y productividad del trabajo de la organización? Tal vez en el corto plazo la correlación entre ambos factores no es clara, pero, parece evidente que, en el largo plazo, cultivar la salud emocional y social de las personas dentro de una organización puede resultar en productivas cosechas.
Referencias:
https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-health-strengthening-our-response

Sobre la autora:
Ada Castillo es asociada en Ritch Mueller con experiencia en el desarrollo y financiamiento de proyectos, así como en asuntos bancarios y del sector financiero. Ha asesorado a distintos clientes nacionales e internacionales durante más de 5 años. Es egresada del Instituto Tecnológico de Monterrey con un minor en finanzas.