JUGAR BAJO LAS MISMAS REGLAS: ¿IGUALDAD O CASTIGO? (1)

Todavía recuerdo la primera pregunta que recibí en mi primer día de clases en la Escuela Libre de Derecho: “¿Qué es la justicia?”. La formuló uno de los maestros más queridos de la Escuela, y las respuestas fueron tan diversas como las personas en el aula. La idea de justicia que se enseña en las escuelas de derecho tiene raíces que se remontan a la antigua Roma: “la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde.”
Nadie negaría que la pregunta sobre cómo construir una sociedad más justa ha sido una constante a lo largo de la historia. Como humanidad, lo hemos intentado todo: teorías, sistemas, leyes, y hasta revoluciones. A través de ensayo y error, hemos acertado y fallado, pero seguimos persiguiendo esa utopía que representa una sociedad verdaderamente justa.
Como abogados, hemos aportado a la sociedad un sinfín de teorías de la Justicia, cada una con diversos enfoques, pero una meta en común: tratar de desentrañar la mejor manera en que deberíamos, como sociedad, distribuir las libertades, obligaciones, derechos y bienes.
En el mundo laboral, la búsqueda de la justicia, y de la equidad al momento de obtener promociones, bonos, aumentos de sueldo y de buscar llegar a los más altos niveles de la escalera corporativa, es uno de los momentos más álgidos y agridulces de la vida de una abogada.
Y es que el sistema nos permitió jugar el partido, nos impuso la mismas reglas que al resto de jugadores, nos otorgó prácticamente los mismos minutos en la cancha, pero olvidó considerar que el engranaje social y cultural en el que vivimos no nos permite jugar en igualdad de condiciones. Y la triste realidad es que en México y en el mundo muchas abandonan el partido antes del primer tiempo. No por falta de condición, no por falta de motivación, pericia o inteligencia, sino por saber que están jugando contra la carga de un sistema que no fue diseñado para ellas.
Como abogadas, muchas entramos al mundo profesional con la convicción de que, si nos esforzamos lo suficiente, si damos resultados, si demostramos compromiso, si corremos lo suficientemente lejos, si pateamos el balón lo suficientemente duro, el sistema nos recompensará de la misma manera que lo haría a nuestros compañeros. Pero lo que no nos dijeron es que nosotras cargamos con expectativas sociales y culturales diferentes, con exigencias múltiples, con una presión social, familiar y propia que no se ve en los manuales de políticas de compensación y desarrollo de talento, ni en los discursos de igualdad o planes de carrera. Tal es el caso que, según cifras publicadas por la International Bar Association, a pesar de que el 39% de los abogados de los bufetes de México son mujeres, solo ocupan el 17% de los puestos de alta responsabilidad(2).
Ahí es donde se rompe la ilusión de justicia: cuando las reglas se aplican igual, pero sin reconocer que no partimos del mismo lugar; que no es suficiente con dejarnos jugar el partido, sino que es urgente ajustar las reglas del juego.
El filósofo John Rawls propuso una idea que, aunque teórica, puede ayudarnos a entender esta paradoja: el velo de la ignorancia. Planteó que, para construir un sistema verdaderamente justo, deberíamos diseñarlo sin saber qué rol ocuparíamos en él: sin saber si naceríamos mujeres u hombres, ricos o pobres, privilegios o no.
Si diseñáramos las reglas sin saber si seríamos una madre trabajadora, una jefa de familia o una joven profesionista sin una red de apoyo, probablemente pensaríamos dos veces antes de definir el éxito únicamente en función de la disponibilidad de tiempo o del número de horas facturadas a los clientes.
Si diseñáramos los planes de carrera considerando las diferentes etapas y las expectativas sociales que se imponen sobre las mujeres, cuestionaríamos exigirle el mismo rendimiento a un hombre cuya vida gira en torno a su carrera profesional, que a una mujer que, tres meses después de dar a luz, enfrenta no solo las exigencias de su trabajo, sino también la transformación radical de su cuerpo, su energía, sus prioridades y un constante cuestionamiento sobre su existencia. Porque maternar no es un capricho. No es una pausa ni una vacación de la vida laboral. Es, literalmente, el único camino que tiene la humanidad para seguir existiendo y no enfrentar la extinción.
Y entonces, llega el momento del partido donde muchas abogadas deciden no jugar el segundo tiempo, se desabrochan los tacos de fútbol y salen de la cancha: cuando alguien les dice que todos están bajo las mismas reglas, que las metas de horas facturadas, los criterios de promoción, los bonos, las revisiones de desempeño, aplican por igual para todos.
Eso, en apariencia, suena justo. Pero si las reglas son iguales solo en el papel, mientras que las realidades y expectativas son profundamente distintas, ¿no se convierte esa igualdad en una forma sutil de castigo?
Y aunque muchas abandonan el partido antes del primer medio tiempo, también es cierto que hay mujeres que no solo se quedaron en la cancha, sino que llegaron hasta el final y levantaron el trofeo. Mujeres que resistieron, que se abrieron camino donde no lo había, que cargaron con expectativas imposibles y, aun así, no soltaron el balón. Mujeres que, con cada paso, nos han mostrado que sí se puede; pero su llegada a la cima debería invitarnos a reflexionar que hacerlo no debería costar tanto. Que no deberíamos admirarlas solo por haberlo logrado a pesar de todo, sino también preguntarnos qué debemos cambiar para que las que vienen detrás no tengan que pagar ese precio tan alto.
Porque incluso ellas, las que alcanzaron la cima, no lo hicieron en igualdad de condiciones. Su triunfo marcó el inicio de un nuevo trayecto, uno lleno de obstáculos invisibles, donde, paradójicamente, el éxito no las protegió de un sistema que sigue sin reconocerlas del todo. Un sistema que las evalúa con reglas distintas, que espera de ellas mucho más, por mucho menos.
Se habla mucho de romper el techo de cristal, pero pocas veces se habla de la única manera real de hacerlo: dejar de pedirle a las mujeres que jueguen un juego diseñado para hacerlas perder.
Porque la verdadera justicia no es que algunas lo logren, es que todas tengan la posibilidad real de intentarlo, sin tener que elegir qué sacrificar en el camino.
*El contenido de este artículo es publicado bajo la responsabilidad de su autora y no necesariamente refleja la posición de Abogadas MX.
Referencias:
(1) Nota: Cualesquiera puntos de vista expresados en esta publicación son estrictamente los de la autora y no deberán ser atribuidos de ninguna forma a White & Case LLP o White & Case, S.C.
(2) 50:50 en 2023: Un estudio longitudinal sobre la desigualdad de género en la profesión jurídica, publicado en 2024 por la International Bar Association, disponible en: https://www.ibanet.org/document?id=IBA-Gender-Report-Mexico-2024-ES.