Volver al trabajo después de la maternidad no es regresar al mismo lugar. La oficina, los pendientes, el ritmo, incluso tu lugar físico pueden estar ahí, pero tú no eres la misma. No por pérdida, sino por transformación. No se trata de retomar exactamente lo que hacíamos antes, sino de resignificarlo desde una nueva perspectiva: la de una mujer que ahora habita con una doble conciencia, un doble tiempo y una doble demanda.

La abogacía, como muchas profesiones intensas, exige entrega, horas, presencia y agilidad mental. Ser madre también. Y aunque en ocasiones, aun en pleno siglo XXI, se insiste en que ambas cosas no pueden coexistir, sabemos –desde la experiencia y no desde la teoría– que sí es posible. No sin dificultad, no sin momentos de culpa o incertidumbre, pero sí con inteligencia, con redes de apoyo, y con estructuras laborales más humanas.

Hablamos desde dos momentos distintos del proceso. Una de nosotras regresa al trabajo mientras su hija aún la despierta de madrugada; la otra ya ha integrado esa nueva identidad a su día a día. Sin embargo, ambas coincidimos en algo: la maternidad no nos alejó de nuestra vocación, nos hizo volver a ella con más fuerza, con más claridad y, paradójicamente, con más ambición.

Volver no siempre es fácil. No por falta de capacidad, sino por miedo: ¿sigo siendo buena en lo que hago? ¿Perdí ritmo, lugar, oportunidades? ¿Estoy traicionando algo al salir de casa? ¿Mi hija me va a extrañar más de lo que yo puedo resistir?

Pero también hay otra pregunta que aprendimos a hacernos: ¿cómo quiero que mi hija me vea? Nosotras queremos que nos vean fuertes, responsables, apasionadas; que entiendan que trabajar no nos aleja de ellas, sino que nos fortalece a ambas.

Sin embargo, no podemos romantizar esta etapa. Lamentablemente, las estructuras laborales no siempre acompañan. Los horarios rígidos, reuniones eternas, expectativa de disponibilidad total, falta de espacios de lactancia o de políticas reales de flexibilidad no solo dificultan el regreso: lo castigan. Y aunque muchas veces son los propios jefes quienes muestran apertura y empatía, también es cierto que los comentarios más duros pueden venir de colegas, incluso de otras mujeres.

Por ello, creemos que es urgente cambiar el paradigma que equipara desempeño con horas presenciales. Las abogadas que somos madres sabemos que el tiempo es escaso y, por lo tanto, precioso. Nos volvemos más eficientes, organizadas y centradas. Cumplimos, no a pesar de tener menos tiempo, sino precisamente porque lo valoramos más. Y porque tenemos un nuevo motor: nuestras hijas e hijos, que nos dan una perspectiva distinta y una motivación más profunda.

Decidimos escribir esta columna juntas no solo para compartir nuestras experiencias, sino también para abrir una conversación necesaria entre colegas, líderes y generaciones más jóvenes. Para quienes no han atravesado la maternidad, pero comparten el espacio laboral con quienes sí: entender el proceso no requiere haberlo vivido, pero sí escuchar, empatizar y flexibilizar. Para quienes aún no regresan: no están solas. Hay una red de mujeres que las entiende, que ha sentido miedo y que ha regresado con claridad de su propósito.

También queremos alzar la voz sobre una deuda estructural: en México, la licencia de maternidad es de apenas 12 semanas, muy por debajo del promedio de los países de la OCDE, donde es de cerca de 19, e inferior incluso a naciones latinoamericanas como Colombia y Chile, que otorgan 18. ¿Qué mensaje envía un sistema legal que da menos de tres meses a una madre para recuperarse física y emocionalmente, establecer vínculos con su bebé y prepararse para reincorporarse profesionalmente?

Volver al trabajo después de la maternidad no debería ser un acto heroico. Debería ser parte de un ciclo laboral natural, acompañado por políticas justas, líderes sensibles y culturas organizacionales que entiendan que una abogada puede estar en la sala de lactancia y, minutos después, cerrando una negociación compleja.

No pedimos privilegios, sino comprensión, flexibilidad real y reconocimiento. Ser madre no disminuye nuestras capacidades profesionales; las redefine y potencia con nuevas habilidades.

Hoy, desde esta voz compartida, lo decimos claramente: volvimos. Con todo lo que ello implica: vulnerabilidad, fuerza, eficiencia, amor. Con ganas de seguir creciendo profesionalmente, sin dejar de lado la otra parte fundamental de nuestra identidad. No queremos elegir entre ser madres o abogadas: queremos y podemos ser ambas.

*El contenido de este artículo es publicado bajo la responsabilidad de sus autoras y no necesariamente refleja la posición de Abogadas MX.