“Enfilamos el Boulevard Saint-Michel, tiritando entre luces. Los ojos como platos, el rebaño de los coches circulaba mugiendo hacia el Sena. Aquella noche, sin darme cuenta, mi soledad se separó de mí y se despidió. Me había acompañado fielmente durante más de dos años. Ya no la necesitaba. Acababa de tropezarme con la vida, la vida de verdad, con su cortejo de duelos, de fracasos, de inefables penas y de alegrías siempre a destiempo. Se quedó de pie en la esquina de la Rue Cujas agitando débilmente la mano. Mas yo, ingrata, ni siquiera la miré, ocupada como estaba en avanzar, deslumbrada, incauta, hacia el porvenir.”
Condé, Maryse. “Corazón que ríe, corazón que llora.”
En los últimos años se han desarrollado dos conceptos en torno a la posibilidad o derecho (en estricto sentido) que tenemos las personas de disfrutar los espacios, los servicios, las oportunidades de empleo, recreación, salud y educación que ofrecen las ciudades del siglo XXI, es decir, ambos conceptos retoman una agenda progresista, sustentabilidad, de equidad como lo veremos más adelante.
El primero de los conceptos a los que me refiero es el derecho a la ciudad (que es citado por diferentes corrientes), pero que se destaca por su elocuente inclusión en la Constitución Política de la Ciudad de México, que en su artículo 12 se afirma que el mismo consiste en el uso y el usufructo pleno y equitativo de la ciudad, fundado en principios de justicia social, democracia, participación, igualdad, sustentabilidad, de respeto a la diversidad cultural, a la naturaleza y al medio ambiente. En este caso, aunque reconozco su importancia política en la lucha por alcanzar condiciones iguales para todas/as los habitantes de la ciudad, debo reconocer la poca practicidad de su ejecución en el corto plazo.
El segundo de los conceptos, me refiero al de ciudad segura, que retoma la ONU en la Iniciativa Global “Ciudades Seguras y Espacios Públicos Seguros”, la cual “se centra en el desarrollo de iniciativas locales de derechos humanos apoyadas en datos para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas y apoyar la participación política y el empoderamiento económico de las mujeres.” (1), es decir, las ciudades participantes deben realizar acciones concretas para erradicar o disminuir la violencia sexual, física o laboral o cualquier tipo de violencia que aquejan a las mujeres dentro de las ciudades, con la finalidad de las misma puedan caminar tranquilas, trabajar en una oficina o por su cuenta, ir al mercado, viajar en transporte público, realizar actividades de esparcimiento, etcétera. En este concepto debo reconocer su excepcional componente pragmático y de urgencia para intentar que las mujeres en el corto plazo no se vean excluidas de las actividades económicas, políticas sociales, y/o culturales de las ciudades, lo cual para la Ciudad de México, es urgente en cualquier ámbito que se observe, ya que se excluye o vive con miedo más del 50% de la población de la CDMX.
El respecto cabe señalar que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) (2), de la primera quincena de marzo de 2021, en la que destaca percepción de inseguridad siguió siendo mayor en el caso de las mujeres con 71%, mientras que para los hombres fue de 60.9 por ciento, como se puede observar en el siguiente gráfico que presente el INEGI, en las diferentes actividades cotidianas que realizan dentro de su ciudad:

Como se puede ver, tiene un carácter urgente que las ciudades de nuestro país atiendan de manera prioritaria esta situación, no sólo porque es un derecho de las mujeres vivir libres de violencia, sino porque su impacto en el crecimiento económico es sumamente importante, si las mujeres que pertenecen a la Población Económicamente Activa se insertarán en el mercado laboral en las mismas condiciones de los hombres, se tendría un impacto de varios puntos de crecimiento en el Producto Interno Bruto (PIB).
Luego entonces, si ahora me dieran a escoger entre el derecho a la ciudad o una ciudad segura para las mujeres, respondo que en todos los casos, escojo primero a las mujeres, en cualquiera de los casos es fundamental la sensibilidad política que nos aporta el derecho a la ciudad, pero es fundamental el sentido de urgencia de las ciudades seguras, razón por la cual, sostengo que es momento de que los hombres abramos los ojos ante esta abierta injusticia y nos reeduquemos en nuestra sensibilidad y trato hacia las mujeres, no basta con cerrar los ojos y decir que nos solidarizamos con ellas, sólo porque sentimos que a nosotros no nos acosan o no nos violentan en nuestras casas, en la escuela en la calle, y que como lo mencioné párrafos arriba, se debe hacer algo para remediar esta abierta exclusión de las mujeres en todos los ámbitos, ya que a todas/os nos conviene por los amplios beneficios económicos, culturales, sociales que esto implicaría.
1. ONU Mujeres. Ciudades Seguras y Espacios Públicos Seguros, INFORME DE RESULTADOS GLOBALES. 2017, pág. 3
2. Consultado el 21 de abril de 2021 en la siguiente Dirección Electrónica: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2021/ensu/ensu2021_04.pdf

Sobre el autor:
Eduardo Manuel Méndez Sánchez, es profesor en la Facultad de Economía en la UNAM, ha impartido clases en la Facultad de Derecho de la misma casa de estudios y en la Universidad Iberoamericana.
Es Licenciado y Maestro en Derecho por la UNAM, posee estudios de Economía por la UNAM y es candidato a Doctor en Estudios Latinoamericanos por dicha Universidad.