La violencia de género contra las mujeres es una problemática que ha persistido a lo largo de la historia y que aún hoy representa uno de los mayores desafíos en nuestra sociedad. Según datos del INEGI, en el año 2021, el 70.1% de las mujeres mayores de 15 años experimentaron a lo largo de su vida, al menos, un incidente de violencia ya sea psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación en algún ámbito, ejercida por cualquier persona agresora.
Cada 8 de marzo se viraliza en redes sociales una actividad que tiene como objetivo hacer visible la violencia de género y los feminicidios en México. La actividad consiste en escribir el nombre de una mujer seguido de palabras como “hallada”, “violada”, “asesinada”, entre otras, en Google. Lamentablemente, los resultados muestran innumerables noticias sobre mujeres con el mismo nombre siendo víctimas de violencia de género y feminicidios, pero sin identificar a los agresores.
Además de la profunda tristeza y frustración que me provocan los resultados del experimento y las alarmantes cifras de los reportes, estos me recuerdan el mensaje de Jackson Katz sobre la importancia del lenguaje en la erradicación de la violencia de genero contra las mujeres. Jackson Katz señala que la sociedad ve la violencia contra las mujeres como un problema exclusivo de nosotras, en el cual solo algunos hombres se involucran, en lugar de reconocer que los principales causantes y responsables son los hombres.
El lenguaje que se usa en periódicos y reportes estadísticos para comunicar los delitos contra las mujeres suelen omitir a los agresores mediante el uso de una voz pasiva, como en la expresión “la mujer fue violada y asesinada”. Esta forma de redacción desconecta los hechos de los sujetos y los presenta como eventos aislados e independientes, sin identificar la causa ni al responsable. Lo anterior, lo podemos contrastar con cómo se describen normalmente otros delitos; por ejemplo, “tres hombres armados roban joyería”.
Los principales problemas de usar la voz pasiva en estos casos son dos. En primer lugar, esta redacción centra la atención en la víctima, lo que puede generar cuestionamientos que revictimicen y culpabilicen a las mujeres. En segundo lugar, al no identificar al agresor, se evita responsabilizarlo y generar debate sobre el rol de los hombres en la violencia de género.
Por el contrario, al usar la voz activa en la comunicación de estos delitos; por ejemplo, “un hombre violó y asesinó a una mujer”, se pone el foco directamente en los agresores y sus circunstancias. Entonces, surgen preguntas como: ¿por qué tantos hombres violentan a las mujeres? ¿cómo influye la cultura masculina? ¿qué deben hacer los hombres para prevenir esas conductas? Al identificar explícitamente al agresor, se desafía la normalización de la violencia de género y se crea una oportunidad para examinar la responsabilidad individual y colectiva en la prevención de estas conductas.
Si bien en algunas ocasiones resulta complicado usar la voz activa para comunicar los delitos contra la mujer, pues se desconoce al agresor y se protege la presunción de inocencia, el lenguaje usado debe ser lo más claro posible. Es esencial comunicar que existe un agresor o varios y que ellos son los responsables del problema, evitando cualquier redacción que pueda dar lugar a cuestionamientos que revictimicen o culpabilicen a la víctima.
Concientizarnos sobre el lenguaje usado para referirnos a los delitos contra las mujeres nos lleva a cuestionarnos ciertos prejuicios y sesgos inconscientes que absorbemos de nuestro entorno. La forma en la que se comuniquen estos delitos puede marcar una gran diferencia en cómo percibimos y enfrentamos el problema.
Es fundamental que medios de comunicación, instituciones y la sociedad, en general, adoptemos una comunicación responsable y sensible al tratar temas de violencia de género contra las mujeres. El lenguaje puede ser una herramienta poderosa para crear conciencia sobre la enorme responsabilidad de los hombres ante este problema y promover un cambio cultural hacia una sociedad más segura y equitativa para las mujeres.
Referencias:
Jackson T. Katz es un educador, cineasta y autor estadounidense. Creador de un programa de educación y prevención de la violencia de género titulado “Mentores en la prevención de la violencia”.
Sobre la autora:
Mónica Cabeza de Vaca es Asociada en Von Wobeser y Sierra, especializada en temas de competencia económica.
*Este artículo es publicado bajo la responsabilidad exclusiva de su autora y no necesariamente refleja la posición de Abogadas MX.